Diario del paraíso ancestral
Día 1.
Me han despertado las aves de la mañana. Eran las seis aquí, dos horas menos en Canarias. Comienzan mis rituales. Abro mis ojos y me siento agradecida por el entorno. Miro el whatsapp. Me emociono con el mensaje de mi editor. Hay noticias felices y otras agridulces, otra de terrible. Ante ello no puedo hacer nada porque es totalmente personal, su vida. Solo rezos y apoyo lo que puedo ofrecerle desde estas tierras que ahora me acogen llenas de luz y espiritualidad.
El segundo pensamiento del día, cambiando de tercio, es para mi amigo salmantino de la adolescencia, con quien he pactado este diario de bitácora y recibirá gustoso mis envíos a través del correo.
Abro el ordenador y miro el email. Tiro a la papelera los mensajes de una página de ofertas de trabajo. El trabajo viene a mí, ya no ocupa más espacio interior esa búsqueda agónica de estabilidad económica. Que sea lo que Allah quiera y desee para el hecho de existir. Siento que una estrella milenaria me guía, la de las culturas ancestrales. Y mi madre querida está ahí para guiarme, en mi cielo, en mi deseo de amor fraternal y de bondad.
Me caen unas lágrimas… de añoranza, de felicidad, de no sé qué que tengo en esta alma y en las que ahora me acogen. Hay pueblos que en su Constitución dictan que sus habitantes tienen derecho a ser felices. Lo comparto. Lo admiro y respeto. La utopía es un buen camino para el creador y el artista. Que el ser que nos habita sienta que hay esperanza, bondad y amistad, es la guía para la supervivencia.
Oigo el run-run de los coches de la mañana junto al trinar de los pájaros. Abro las cortinas del gran ventanal del salón, me asomo y observo, unos segundos, al afanado señor limpiando el polvo atmosférico de un automóvil frente a mi nueva casa.
En este momento han pasado dos horas desde que me desperté y mi mente está activa y deseosa de crear esferas y mundos escritos. El ordenador marca la hora aún de España, la de mi casa compartida con personas amables y sinceras, la hora de mis amigos que van al trabajo, la de la querida familia, la de los vecinos de escalera, la de las tiendas y oficinas catalanas, también.
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