Juan Orozco Ocaña
¿CLARO CERRADO?
El claro ha de estar abierto
y nunca cerrado, en el bosque
y en las ciudades del mediodía…
Las personas tienen derecho
a sonreírle al mundo, indiscutiblemente.
Abramos los ojos y los ventanales,
que el rumor de la brisa
cobije los corazones satisfechos;
que una corriente de amor
nos inunde el pecho a rebosar;
que una nube radiante sueñe
con la luz más dorada del Levante;
que tus manos aprieten las mías
en un sentir de amistad sublime;
que nuestros ojos amables suenen
con sus acordes sonoros de fraternidad
ante la inmensidad del mar.
Acurruca tu frente sobre mi torso,
añade los rubíes y zafiros esbeltos
a las coronas de nuestras cabezas.
Ábrete los latidos y pulsa
las palabras de la gloria debida:
tus oros son tan brillantes
como el reflejo del agua cristalina.
Adéntrate en el recoveco de mi alma
como el injerto del granado en flor;
adecentada estás, cornisa preciosa,
de acrisolados azules desde Grecia…
(Iluminándonos por dentro, lealtad,
gracia divina, majestad tan pura,
madre fértil, reina del firmamento,
madre amadísima y meliflua
en la fuente del árbol sagrado,
en la raíz de la raza fecunda).
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