Juan Orozco Ocaña
LOLA
A Lola Crespo
Esbelta promesa de la noche,
Radiante en la atardecida:
De la luna, cabellos en sombras.
Es primorosa en su bondad,
Pomelo en ciernes, rubí engarzado,
Jazmín de terciopelo afrutado.
Es su voz como una dádiva
Engalanada de púrpuras y plata,
Como de aguas rumorosas y festivas.
Cual un volcán emana magnetismo
De sus negros ojos risueños y veraces.
Mira a su alrededor con asombro,
Como si hubiere mucho por descubrir.
Y sus manos, cual lienzos damasquinos,
Alborotasen la luz, tal vez mañana,
Irradiando con su calmosa pleamar
Una amistad sincera y larga:
Yo sueño con ella, y ella, conmigo.
De donde ella viene con el tiempo
Surge un borbotón de rosas estelares.
Ella se llama “Lola” y, su puerto,
Está en Hispalis, tierra adentro,
Nombrando las entrañas del mediodía.
Es tan bello su interior, tan puro,
Que por buena hipnotiza los arreboles
Que sustentan el aire con sus ubres.
Yo la llamo “Lola, Lola…”, y ella,
A veces acude tejiendo caracolas.
Su negro pelo cuajado de rocío
Y su amorosa mirada soñando saludos.
Yo te quiero entre los míos, “Lola”,
De meritorios parabienes y cortesías.
Eres amable como el viento meridional
En el invierno –nunca ventisca o nieve–.
(Etérea parecieses, suave, ingrávida
–a ratos–, en el misterio de la tarde).
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