Nieves Salvador Bayarri
Subirse o sentarse, retirar el cuerpo,
llorar con la luz cortada de la luna.
Entrar en las alas de los deseos,
batallar, fingir, sufrir contando los minutos
que no se sienten.
Casa del cuerpo, hogar de la infancia.
Nuevos rostros, sombras que anidan en los ojos.
Insensible la piel del reloj.
Las primeras manifestaciones, labios mordidos,
palabras que crujen deshechas en la lengua.
Los colores del tacto penetrando en el escote.
Aprendí del aire para sobrevivir,
me di cuenta de que la voz era guarida,
para satisfacer los deseos del cuerpo.
Y entre las sábanas blancas robadas a la oscuridad,
me bebí los besos de mis cenizas.
Del libro inédito Escaleras del reloj
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