Magda Guillén Gómez
Tarragona 23022020
VEJEZ ROSA
Soy la Rosa donde el amor se posa, dijo aquélla a la otra. Y juntas paseaban el almacanción cada fin de semana en silla de ruedas, como si deslizarse por la ciudad fuese la cosa más fácil del mundo dominando dos ruedas y ocho ojos. Hablaron… que si la tecnología de la ensaladilla rusa, que si el perfume de los macarrones con su vasito de leche para desespesar la salsa de tomate, que si las tostadas con mermelada de la tata, que si la leche de soja y una cucharada de azúcar moreno, con madalenas, y soñaron juntas sábado y domingo, en paz, en buen descanso remunerado a base de amor a veces despierto y latente, otras alterado por el transcurso de los años vividos y las idas de olla.
Sábado, despertar del día con un “Buenos días, ¿qué tal?, ¿cómo ha ido la semana? Bon dia, boniqueta, ¿com ha dormit aquesta nit? Lo normal de la buena gente que hace las actividades obligatorias con emoción y ahínco para que se diga que le pone ganas y por amor propio. Lo normal, desear lo mejor al empezar el día, jornada de trabajo y aventura humana. Y la otra responde: “Rosa d’abril, morena de la serra…”, y seguía un buen rato con el “Virolai” mientras iba saliendo del lavabo, apagando luces, limpiando con la toallita alguna superficie, el espejo, la cremita de la cara, el aceite de argán, las gafas…, agarrándose con una mano a la pared del pasillo cabeza erguida. Y se repetía: “morena de la serra, de Montserrat estel: il·lumineu la catalana terra, guieu-nos cap al Cel…”.
De fondo, suena “Amélie” en la cabeza de aquélla. Como en un sueño, se convierte en Hada, haciendo realidad los deseos felices y acertados de una abuelita nonagenaria con arraigo en la tierra y el mar que aparece como presente corazonaemoción. Y lo disfruta en ese lento de piano, pianísimo. De la época de la Guerra Civil española, ese tránsito de la madre a la madreabuela es aplicado a la experiencia de Amélie, una Amélie aventurera que se abre paso desde la base del agujero oteando un rayo de luz en Arrugas, sin que por ello pueda evitar ante la evidencia de imagen, historia y sonido de la película, derramar unas lágrimas de realidad.
Mientras, la otra sigue feliz ante la mesa redonda, preparándose para jugar al dominó antes de cenar. Una historia bonita que pone cara al frente con los ojos abiertos, y la barbilla bien arriba cómo viven las abuelas que conservan el amor de su entorno, familia extensa, cómo sobreviven en su ámbito personal por encima de las dificultades, cómo siguen siendo felices y adorables, aunque no se acuerden. Cómo el tejido de afectos promueve expandir el amor longevo.
Y precisamente en ese contacto, se despiden con un “Bona nit, boniqueta, que descansi”, mientras van articulando al unísono su canción preferida: “Rosa d’abril, morena de la serra, de Monserrat estel: il·lumineu la catalana terra, guieu-nos cap al Cel”. (Y el “Virolai” se mezcla con “Amélie” y comienzan a soñar juntas antes de caer rendidas cada una en su cama, espacio y hogar).
1 comentaris:
Quina barreja de bonics, entranyables, enyorats, i melancòlics sentiments a l'hora! Preciós!
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