J. Seafree
EL INFINITO VENENO DE LA MEMORIA
Al poeta imaginario Don Alfonso Alonso Antolín y a la Abadesa de la A
Abril no es un mes propicio para suicidarse,
el mar que tengo delante, las esperas,
todo lo que queda pendiente por hacer,
no conseguirán que permanezca desnudo.
El calendario, los relojes, las tareas,
aparentemente acosan el amor y las emociones,
pero ha de ser al revés, las emociones soñadas
y el amor que se vive sin más,
pasan las hojas del calendario,
mueven las agujas de cualquier reloj,
detienen o aceleran todo lo que queda
por hacer, siendo nuestras horas juntos,
olas, nuestros días juntos, olas,
los libros que ambos leemos, compartimos,
los versos de nuestros amigos, también olas.
Pego piedras, junto piedra con piedra,
recreo un ínfimo mar de piedras,
y lo hago lentamente, mirando el mar,
buscando las islas que somos,
y mi piel se eriza al leer ciertas páginas.
Porque los poetas parecemos a menudo
islas en un océano común, cada uno
en nuestra geografía repleta de metáforas,
de intenciones, de amor y de tiempo
que son nuestras montañas y nuestros árboles.
Pego piedras, leo versos, miro el mar,
todo lo que queda por hacer juntos
no quiero que sea infinito, ni veneno,
ni tan siquiera memoria. Qué importa
abril, qué importa el silencio tantas veces.
Tú me desnudas sin tocarme.
Veo olas en tus ojos
y aparto las piedras, desanublo.
Seguiremos leyendo a Mario,
a Julián, a Alfonso,… visitando
a diario esas islas, surcando
el agua del diálogo, renaciendo
en cada poema. Abril puede resultar
el mejor mes para ahogar profundamente
el infinito veneno de la memoria.
abril 2017
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