José Alberto Conderana
SEPTIEMBRE
Comienza la muerte.
El gusano de la fugacidad
Destruye las alegrías primeras.
Lechos de sombra
Se alojan en las mejillas.
Rebrota la consunción.
Es Otoño, tiempo de tisis.
El pecho y los brazos
Se ulceran y se vacían.
Débiles son todas las empresas,
Arruinados perecen los triunfos.
Las emociones, mórbidas,
Se asfixian en un saco de angustia.
Comienza la esclavitud,
La noche hostil,
Las pesadillas, el frío.
Septiembre,
Sentencia de muerte.
INVIERNO
El Otoño grana se desangra. Débil arde,
Débil hunde su alma en tumbas de bruma.
Galernas negras anegan el oriente. Un rayo
Castiga, tenebroso, sueños, soles, ilusiones.
Grises cadenas confinan por doquier el paso.
Es angosto, cruel presidio, el día anochecido,
La noche taciturna, rígida, terrible, sin aurora.
Invierno, sórdido y níveo. Cementerio, cosmos.
Panteones, fosos, callejas, públicos osarios,
Aseados muladares de huesos, de cadenas.
Septentrión macabro, tejedor de sudarios,
Con cráneos sin ojos y exvotos descarnados.
PRIMAVERA
Sin habla y en tribulación, muchos días
Fue alimento el fango turbio y la tiniebla.
Los ojos abiertos vieron días desfigurados,
Días sin aliento, horas amuralladas, sin luz.
Pero un soplo incendió la muerte, y cánticos
Arriba sobrevolaron, portando fuego y deleite.
La amapola cubrió tumbas y surcos yertos
Y el aire lívido se irisó, como una hoguera.
Baldío cadáver, yergue tus mordeduras,
La lontananza y el orto rojo han regresado.
Pon en tu testa verde gemas y guirnaldas,
Vuelve a la vida, y desea y ríe hoy del ayer.
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