Magda Guillén
Lo terrible
Asir lo terrible de la vida,
comprender y exponerse a una misma historia universal,
dispersarse en la elegancia del guante que cae como pañuelo
impregnado de pasado, descubierto,
abierto en canal de localidades, de prudencia,
de acopio depositado en lugares cercanos y cerrados.
En lugar de abrir, siempre cerrar,
para volver a abrir y silenciar la duda,
lo plausible del aliento de Lou Andreas Salomé
y de Rilke, ese amor raro entre nubes de algodón infinitas,
de matriz partida y sinuosa, ausente,
espacio común vitalicio, intacto y compartido.
Abrirse para dejar pasos a la absoluta esencia,
abrirse al paraíso de lo terrible.
Volverías a dispersarte por el mar en nada.
Sobrevivirte y dispersarse porque sí, ahora cuenta.
Fraternidad
Hubo un tiempo para la fraternidad.
Fue como un obsequio continuado,
una metáfora de la vida.
Hubo momentos grandes,
épocas dramáticas también.
Hubo siempre para todos.
¿Habrá mañana también,
o tendremos que huir al extranjero?
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